domingo, 9 de diciembre de 2007

Prólogo de Eusebio Ruvalcaba

Hay muchos modos de contar. Porque hay muchos modos de vivir. Se cuenta como se vive. Se vive como se cuenta. Con mediocridad o con intensidad. El mismo cuento narrado por un pusilánime cambia notablemente cuando se lo escuchamos a un trágico.
Amélie Olaiz pertenece a estos últimos. Tiene una extraña facilidad para narrar desde la entraña de la condición humana. Porque no está jugando a vivir. A mí esto me parece una virtud, una virtud envidiable. Porque las demás virtudes se aprenden. Cuántos de los renombrados escritores quisieran que sus lectores extrajeran las manos empapadas de vida luego de leerlos, como acontece con esta escritora mexicana que uno la lee y lo agradece y lo celebra, aunque el corazón se desangre.
Aquí está tu cielo es el libro que los lectores de Olaiz esperábamos con ansiedad. No se trata de las minificciones a que nos tenía acostumbrados, punzantes algunas, ingeniosas otras, devastadoras las menos. Aquí está tu cielo narra otra cosa. Es un libro de cuentos de largo aliento. Cuentos que navegan -perdón por el término, odio navegar- como una embarcación colmada de misterio, que van de un extremo a otro: de la desolación a la esperanza, de la zozobra a la quimera, del desasosiego a la plenitud. Cuentos escritos con esa especie de sabiduría infantil, de lección de vida que jamás se antoja homilía. Porque Amélie Olaiz no da lecciones de vida. Escribe porque así se lo dicta su ímpetu creador. Y crea. Sin terceras intenciones. Tal vez por eso la leamos con amor.


EUSEBIO RUVALCABA

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